jueves, 27 de agosto de 2015

UN LUNES CUALQUIERA

Estoy completamente seguro de que el 99% de la gente en este país odia los lunes. Empezamos a odiarlo desde el domingo a las 6 de la tarde cuando empieza a oscurecer y nos damos cuenta que se acaba el día. Termina el fin de semana y empieza otra. Y empieza siempre con un lunes. Sin embargo, esta vez no sería un lunes cualquiera. Era feriado. Uno de los tantos días no laborables que existe en nuestro calendario cayó justo un lunes 29 de Junio y ese mismo día jugaba nuestra selección a las 6.30pm. El día previo fue quizás el más largo del año y estoy seguro de que esta vez y solo por esta vez, el 99% de peruanos querían que acabe el domingo y que empiece el tan odiado lunes. Es que no era un partido cualquiera. Perú jugaba la semifinal de la Copa América contra nuestra siempre hermana, amiga y querida selección chilena.

El día finalmente llegó. En mi casa, desde el desayuno, no se hablaba de otra cosa que no sea fútbol. Mi viejo, que ha visto jugar a esas selecciones de las cuales yo solo he escuchado fantásticos comentarios cada vez que algún equipo peruano juega alguna copa internacional, estaba tan nervioso como yo. Mi papá ha visto ya al Perú de Hugo Sotil,campeón de la Copa en el 75, pero estaba tan emocionado como yo. Y no era para menos. Perú llegó a estas instancias por mérito propio. Segundos en un grupo donde estaban también Colombia, Brasil y Venezuela. Eliminando a Bolivia en cuartos con un fantástico Guerrero y una defensa muy sólida. Era sin duda un rival que nadie quería encontrarse en semifinales y mucho menos si eras el país anfitrión. Los periódicos tiraban todos los datos estadísticos que siempre iban a favor de Perú. Mi hermana sacó la bandera y la extendió en el mueble. Mi madre preparaba el almuerzo más peruana que nunca mientras mi hermano, mi viejo y yo tomábamos unas cervezas tratando de entender porque André Carrillo iba a ser titular. Los vecinos sacaron su televisión a la calle y en el medio de la pista armaron una especie de  bar donde se juntaron más vecinos a cantar canciones criollas mientras esperábamos todos la hora del partido.

6:20pm y Toño Vargas nos anunciaba que los equipos salían a la cancha. Mi madre gritó en ese momento '¡Vamos Perú!' y todos acompañamos con palmas y más gritos. Afuera, los vecinos con cajón en mano empezaron a tocar festejo y la fiesta había empezado. De pronto empieza a sonar esas notas que escuchamos todos en el colegio. La cuarta parte del estadio era peruano pero aun así se escuchaba fuerte el himno nacional, como si fueran más de 40 mil personas. Toda mi familia de pie y con la mano en el pecho entonábamos también nuestro canto hermoso. Cuando acabó la música en la pantalla los jugadores gritaban ¡Viva el Perú! y las personas en las tribunas también lo hacían. Se abrazaban entre ellos y es que debe ser difícil cantarle a tu patria estando tan lejos de ella. Los vecinos también se abrazaron y pocos nos dimos cuenta de algo. Había empezado ya el himno chileno y Carlos Zambrano le daba la espalda a la tribuna. En ese momento para mí, empezó a volver el odio recurrente que siempre tuve por los lunes. Le advertí a mi viejo lo que había visto y es probable que mi comentario se perdiera entre tanta emoción que había. Decidí no darle importancia y me quité la casaca. Empezó el partido.


Carlos Zambrano mientras se entonaba el himno de Chile.

Apenas 3 minutos de iniciado el partido, el león y el rey Arturo se enfrentaron por el balón. Ambos fueron amonestados verbalmente por el árbitro. Yo intentaba pensar que no tenía nada que ver con lo que había visto al inicio. 2 minutos después, Alexis Sánchez lleva la pelota por la derecha con ninguna opción de centro. No había peligro alguno para nuestra defensa. O quizás sí. Un Zambrano desconcentrado y con tanta ansiedad puede ser muy peligroso para nosotros mismos. Y así fue. El árbitro ve una patada y un jalón de parte del peruano en contra del chileno que algo de teatro sumó. Era la primera amarilla en tan solo 5 minutos. A pesar de todo seguí creyendo. No me importaba lo que había visto al inicio. Tampoco me importaba recordar que Zambrano publicó el domingo una foto en Instagram con un pie de foto que decía 'Olelé, olalá, estamos en Santiago que chucha va a pasar....’ No quería pensar que algo malo iba a pasar pero era inevitable. A los 19 minutos Chile tocaba la pelota sin ser profundo, sin generar daño. El balón queda suelto en tres cuartos de cancha y Carlitos la revienta cual back central de Copa Perú. Deja intencionalmente la planta del pie mientras caía y termina impactando en la espalda baja de Aranguiz. El árbitro lo vio e hizo lo que tenía que hacer. Nos quedábamos con 10 jugadores y quedaban por jugarse 70 minutos. Todos nos mirábamos las caras. Todo ocurrió tan temprano y tan rápido. Mi madre renegaba porque decía que no era la primera vez. Mi viejo solo atinaba a esperar la reacción de Gareca. Yo estaba arrodillado, mirando la pantalla y tratando de despertar del sueño que se volvería pesadilla 20 minutos después. Advíncula pierde la pelota en salida y Farfán corre tras ella. La banda derecha estaba libre y así lo entendió Valdivia. Pase para Alexis, centro para Vargas y gol de Chile. Mi padre tiraba el cuerpo para atrás del mueble en señal quizás de rendición. Todo estaba cuesta arriba. Así terminó el primer tiempo.


41' PT Gol de Eduardo Vargas

Arrancó la segunda mitad con un baldazo de agua fría. Pase filtrado entre la defensa peruana y Vargas la cruza. Era el segundo gol chileno. Debió ser el segundo gol chileno de no ser por el juez de línea que vio un fuera de juego que no hubo pero que importaba ya. Tantas veces los de negro nos jugaron en contra y esta vez tampoco era que nos estaban haciendo un favor, total, ya estaba casi todo perdido. Con mucha menor emoción que al inicio, los vecinos seguían cantándole al Perú. Gareca probablemente entendió que daba lo mismo perder por 2 o por 3 goles. Tenía que arriesgar. Perú empezó a tocar el balón y parecía que no tenía un jugador menos. Los chilenos se desesperaban y recurrían a las faltas. Guerrero se quejaba de los golpes, como siempre, pero no dejaba de luchar cada pelota. Eso despertó a la gente. Eso y el gol. Lobatón recuperó una pelota cerca al medio campo. Piensa, vuelve a pensar. Lo ve a Paolo y se la da. Guerrero ve de reojo a Advincula y la tira larga para que haga lo que Lucho hizo toda la Copa, correr. Le gano la banda a Mena y tira un centro que termina en autogol de Medel. El grito en toda la cuadra fue ensordecedor. Los jugadores se abrazaron y nosotros también. Era inevitable dejar caer algunas lágrimas y aunque ya había llorado antes por el futbol, era la primera vez que lo hacia delante de alguien. La pesadilla dejo de ser pesadilla y se había vuelto un sueño de esos en los que nunca quieres despertar pero de los que finalmente despiertas. Quedan 30 minutos y tenemos uno menos, me dijo mi viejo y empecé a despertar. Aguantar 30 minutos con uno menos era recontra difícil aunque finalmente no fue necesario tanto tiempo. Apenas 5 minutos después de la alegría nuestra, una pelotera en el área peruana termina en los pies de Vargas, el peruano. El loco la jugó hacia el medio campo con Paolo quien tras un desafortunado intento por jalar la pelota, la regala al otro Vargas, el chileno. La defensa de Perú salía y el arquero también. Eduardo Vargas lo vio a Gallese descolocado y lanzó un tremendo misil cruzado que se coló en las redes. Otra vez estábamos abajo.


64' ST Gol de Chile. Nuevamente Vargas.

Los muchachos no se daban por vencidos y nosotros tampoco, aunque ya era todo mucho más difícil que antes. Mi vieja volteaba a verme llorar y lloraba conmigo. Yo nuevamente estaba de rodillas, ya sin polo, esperado algún milagro que lamentablemente no iba a ocurrir nunca. Terminó el partido y no me quedó otra que seguir llorando pero no por el resultado sino por la forma en que se dio. Porque Chile no ganó el partido, le dije a mi viejo, el partido lo perdió Perú. Lo perdimos desde el domingo cuando Zambrano publicó esa idiotez en Instagram. Aún así los 10 que quedaron supieron jugar sin él y lo hicieron bien. Chile no fue superior con un jugador más y mucho menos lo fue cuando todo estaba equiparado. Perú perdió el partido, no lo ganó Chile. Y aunque el sueño se volvió pesadilla en un instante, todavía quedan ganas de seguir soñando. Porque se le jugo de igual a igual a todos y sin complejos. Porque ante la adversidad supimos siempre salir adelante a seguir haciendo lo que nunca tuvimos que dejar de hacer: jugar al fútbol. Porque a Gareca lo trajeron con el objetivo de ir al mundial y hoy hay razones para pensar que así será. Las lágrimas seguían cayendo mientras escribía todo esto en alguna red social. Mi viejo me veía llorar. Finalmente el lunes no fue un lunes cualquiera. Fue un tibio inicio de semana y quizás también fue el inicio de un nuevo camino que empezó a iluminarse y que ojalá nos lleve a Rusia 2018.


No hay comentarios:

Publicar un comentario